Road to Nordkapp, la atracción del Polo

En agosto de 2018 emprendimos la que, hasta ahora, ha sido nuestra mayor aventura en familia, un viaje por carretera desde Münster (Alemania) hasta Cabo Norte (Noruega). Recorrimos Suecia, Finlandia y el norte de Noruega en dos semanas llenas de emociones y sorpresas que no olvidaremos jamás. Sería interminable narrar un viaje tan largo e intenso por lo que vamos a haceros un resumen que esperamos os sirva de entretenimiento y de inspiración para si os animáis a viajar rumbo al Círculo Polar Ártico… Así que allá vamos: Road to Nordkapp, la atracción del Polo.

DÍA 0: Münster – Rostock, noche en el ferry

El cambio de coche podría entenderse como una metáfora de nuestro viaje: dejamos atrás el Zafira, y con él la precisión y eficacia alemana, y ponemos rumbo al Norte con el Volvo, que representa la innovación y elegancia sueca. Tras lograr meter equipaje y víveres en el maletero (tantos que podríamos sobrevivir un mes en un búnker, pero a la mamma no se le discuten esas cosas y tampoco es que nos apetezca pasarnos 15 días comiendo salmón), comienza nuestra aventura. Pero llegar a Rostock, donde debíamos coger el ferry hacia Trelleborg, no sería tarea fácil. Y es que parecía que el mismísimo Thor nos hubiese querido dar su particular bienvenida: las gotas y los relámpagos se sucedían sin cesar, impidiendo al jefe de la expedición ver más allá de 10 metros en la carretera. Aunque para colmo, los Stau… las Autobahn no son tan rápidas como parecen… Pero conseguimos llegar a nuestra primera parada para coger el barco a tiempo. Ya dentro, dormir no fue demasiado agradable, tanto por el temprano amanecer como por los cómodos sillones reclinables de los que disfrutamos… Sin embargo, Road to Nordkapp había comenzado y una noche de dormir mal no podía pararla, la atracción del Polo es más fuerte que la de una cama cómoda.

Suecia

DÍA 1: Trelleborg – Estocolmo

Tras una incómoda noche durmiendo en los suelos y tumbados en los sillones del ferry, desembarcamos en Trelleborg, Suecia. Sin bajar del coche ponemos rumbo a Estocolmo. Pero tanto el sueño como las ganas de coger cachés nos obligan a hacer varias paradas por el camino. En una de ellas, encontramos uno de los pocos “millennials” que nos faltaban en Europa. Encontrar Match Stash GC4D resultó tan emocionante como esperábamos y aprovechamos para comer al lado de un establo. Tras seis horas de carretera, dejamos todos los bártulos en el Best Western de Estocolmo y vamos a las afueras, con el bañador puesto, con el objetivo de disfrutar de las cálidas aguas del archipiélago. Sin embargo, el frío y las amenazas de lluvia nos hicieron desistir… Así que nos dirigimos a Gamla Stan, la Ciudad Vieja de Estocolmo. Aparcamos en la isla Riddarholmen, junto a Riddarholmskyrkan, iglesia que alberga los sepulcros de la familia real. Tras hacernos unas fotos con las antiguas viviendas situada a la orilla del Riddarholmsfjärden, caminamos hacia Stadsholmen, pasando por el precioso palacio barroco de Riddarhuset (Casa de los Caballeros). Llegamos a Västerlånggatan, la calle principal del centro y la perdición de los consumistas de la familia: tiendas de souvenirs, mapas, objetos vikingos, zuecos… Pero lo único que compramos, por el momento, son 5 deliciosos kanelbullar. Derrengados, nos tomamos unas contundentes cervezas suecas y regresamos al hotel.

Entre los cachés encontrados, destacamos un «Caché of the Week» situado en el centro de Estocolmo: Riddarhuset y nos encontramos con algunas celebridades suecas en un divertido virtual.

Gamla Stan, Estocolmo
Gamla Stan, la Ciudad Antigua de Estocolmo es un remanso de paz en el ajetreo cotidiano

DÍA 2: Visita a Estocolmo

Hoy era el día de visitar Estocolmo, “esa capital de Estado histórica, bella e interesante, justo donde el agua dulce del Mälaren se mezcla con el agua salada del Saltsjön”, en palabras de Lars Gustafsson. Comenzamos con el Konserthuset, el Auditorio en cuyo Main Hall se entregan los premios Nobel cada mes de diciembre desde 1901. Durante el Nobel Tour, una visita guiada por el edificio, aprendimos sobre el legado de Alfred Nobel (1833-1896), inventor de la dinamita y uno de los hombres más ricos de su tiempo, que destinó su patrimonio a premiar a las figuras más relevantes de seis campos: Física, Química, Fisiología y Medicina, Literatura, Economía y Paz. Después de sentarnos junto al Royal Box, papá dijo que quería volver allí, pero esta vez como invitado… Más tarde, pasamos por el lugar donde asesinaron a Olof Palme y nos defraudó el obelisco de Sergels Torg, junto al Kulturhuset.

Desde allí nos dirigimos hacia el Kungsträd-gården, el Jardín del Rey, que se encontraba a rebosar de niños (jóvenes y ancianos) practicando todo tipo de deporte, pues el azar quiso que visitáramos el lugar durante el Olympic Day. Los alrededores están llenos de palacios, desde el de los almacenes Nordiska Kompaniet, Stockholm’s first shopping mall, hasta la Kungliga Dramatiska Teatern. Para comer tuvimos que recurrir a un Vapiano, ya que otros establecimientos requerían demasiado para. Tras reponer fuerzas, caminamos por el puerto hacia Blasieholmen, visitamos The Royal Swedish Opera y cruzamos el puente de hierro para llegar a la isla de Skeppsholmen, donde abordamos el af Chapman, antiguo buque escuela que ahora sirve de albergue juvenil. Volvemos sobre nuestros pasos para admirar los edificios del Museo Nacional y del Grand Hotel, que aloja a los premios Nobel cada año. (Parece que la ciudad entera vive de esta ceremonia…) Después de disfrutar del ensayo de unas gimnastas colgadas de aros sobre el Norrström, nos dirigimos al Palacio Real y a la estatua de un rey que, como no, se llama Gustavo. Paseando por Gamla Stan, los palacios nos rodean, destacando el Riksdaghuset (Parlamento). Ya en las afueras, nos encontramos con el Stadshuset (Ayuntamiento), uno de los edificios más bonitos de Estocolmo, tanto por su patio de arcos como por sus jardines. Allí encontramos OTTT #1 – City Hall. El eterno atardecer nórdico nos brindó unas espectaculares e inesperadas vistas sobre el skyline de Estocolmo. 

No sé quién es más mono

DÍA 3: Drottningholm – Skogskyrkogården – Fjällgatan

Después de ponernos las botas en el buffet del hotel (por una vez que tenemos hay que aprovechar), nos montamos en el Volvo rumbo a Drottningholm. Pero antes, una parada imprescindible en medio de un bosque: otro casi-millennial sueco que faltaba por encontrar. La residencia privada de la monarquía sueca se alza imponente en una llanura de jardines y lagos. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1991, este palacio, al estilo Versalles pero que mucho tiene que envidiar a Caserta, ofrece un tour por las alcobas, salas y galerías. Encontramos unas escaleras “secretas” que conectaban las habitaciones del rey y de la reina, pero lo que más nos gustó fue el salón del Estado, con retratos de los monarcas europeos de la época, desde el zar Nicolás hasta la reina Victoria, pasando por nuestra Isabel II. En sus jardines encontramos Ett soligt hörn kl 20.

Como no podía ser de otra forma, una lluvia bíblica interrumpió nuestro recorrido, pero continuamos hacia Skogskyrkogården. Este cementerio alberga la sepultura de la actriz Greta Garbo. El hecho de que también esté incluido en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad por la Unesco hizo que nos replanteáramos la validez de dicha lista, de la misma manera que los 31 premios Nobel suecos (que sitúan al país que los entrega en quinta posición del ranking mundial) hace que nos replanteemos la objetividad de la Academia Sueca. Más tarde volvimos a la capital pasando por el webcam caché 73 baseball cap, esta vez para observarla desde lo alto. Fjällgatan, en palabras de Anders Fogelström, “la calle más hermosa de la ciudad”, es realmente bonita y ofrece unas vistas espectaculares, tanto desde el banco situado al final de Sista Styverns Trappor, como desde café situado al borde del mirador. Allí nos resguardamos del frío con un chocolate caliente mientras el Kashima, buque escuela de la armada japonesa, echaba el ancla en el puerto de la ciudad y buscamos Sista Styverns Trappor/Last Farthing’s Stairs. Volvemos a Gamla Stan para despedirnos de Estocolmo y, tras vernos obligados a rechazar la oportunidad de brindar en un bar verdaderamente vikingo por sus verdaderamente escandalosos precios, cenamos en un americano de Västerlånggatan. 

Vistas de Estocolmo desde Fjällgatan

DÍA 4: Gamla Uppsala – Lago Runn – Sundsvall

Hoy tocaba dejar atrás Estocolmo, la isla de los palos, y continuar nuestro periplo en dirección Nordkapp. Robamos víveres del buffet y ponemos rumbo al Norte. Nos habíamos quedado con las ganas de arqueología tras nuestro fallido intento de visitar Birka, por lo que paramos en Gamla Uppsala. Allí pudimos contemplar grandes túmulos funerarios del siglo VI pertenecientes a la realeza sueca. Rodeamos los tres más grandes, 3 Kings Tombs, y paseamos por encima de los más pequeños. Este lugar sagrado era centro de culto de los dioses escandinavos y, de hecho, se dice que albergaba un templo con imágenes de Odín, Thor y Frey. Prácticamente al lado se alza la iglesia de la vieja Uppsala, donde descansan los restos de Celsius, y una extraña estructura que actualmente funciona como campanario. De camino a Falun, nuestra siguiente parada, comimos unos pimientos rellenos a orillas del tranquilo lago Runn. La gran montaña de cobre de Falun, declarada Patrimonio de la Humanidad, se convirtió en el tesoro estatal que permitió financiar las políticas que llevaron a Suecia a convertirse en uno de los grandes poderes europeos a partir del XVII. Dimos la vuelta a la Gran Fosa (que se formó por un hundimiento en el Midsommar de 1687) y pudimos admirar el origen de la pintura de color “rojo Falun” que impregna las casitas de la campiña sueca. Finalmente llegamos a Sundsvall, y, tras dejar las cosas en el hotel, nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, donde destacan el ayuntamiento y la iglesia de Gustav Adolf. Allí visitamos el caché virtual The Fountain.

Con los precios que se gastan por estas tierras las provisiones que llevábamos desde España nos supieron a gloria

DÍA 5: Costa Alta – Luleå

Seguimos en dirección Norte. De camino a Luleå, salimos de la carretera principal para disfrutar de la magnífica Costa Alta. Comenzamos en el Högakustenbron y cogemos la ruta panorámica. Es el lugar perfecto para contemplar las consecuencias de la isostasia, por la cual la tierra se alza conforme los glaciares se van fundiendo. Realizamos numerosas paradas en los pueblecitos de la zona (Nordingrå), que despiertan nuestro deseo de poseer una pequeña casa aquí, donde la palabra paz adquiere un nuevo y superlativo significado y buscamos algunos cachés como Hårsang o Chez Pippi. Y por supuesto, no podíamos desaprovechar la oportunidad que nos brindaba el sol: las gélidas aguas del Báltico (Reserva Natural de Rotsidans) no impusieron su ley ante quienes hemos probado los ibones pirenaicos y el Cantábrico, pues ni siquiera la falta de bañadores nos supuso un obstáculo. Era el lugar en el que se hundió el Emma en 1910. Nos esperaban varias horas más de coche flanqueados por ejércitos de pinos y abetos que nos acompañarían el resto de nuestro periplo por Escandinavia. Poco antes de llegar a nuestro destino, paseamos por la interesante aldea-iglesia de Gammelstad, ejemplo de un asentamiento antiguamente típico en estas frías regiones. Una iglesia de piedra de finales del siglo XV era el lugar de culto de todos los habitantes de una amplia zona, que se desplazaban allí con motivo de las festividades religiosas. Las condiciones climatológicas les impedían regresar a sus casas, por lo que construían pequeñas casetas de madera alrededor de la iglesia, que ahora constituyen un poblado realmente curioso.

Como se puede intuir, la señal dice: Atención: aquí juegan niños traviesos

Noruega y el territorio Sammi

DÍA 6: Hacia el Círculo Polar

Hoy abandonamos Suecia y nos adentramos en la ártica región geográfica de Laponia, hogar del pueblo sammi. La vegetación es cada vez menos densa. Y, de repente… ¡renos en la carretera! Nos vemos asaltados por un grupo de estos animales tan únicos que, según el dicho sammi, son propiedad del viento. Poco después alcanzamos el Círculo Polar Ártico, marcado por unas banderas, un refugio y un cartel explicativo que explica por qué la latitud de dicho punto (N 66° 33. 129) varía a largo plazo. Hacemos una parada en Jokkmokk, donde compramos algunos recuerdos en una tienda cuya dependienta es una simpatiquísima sueca que nos enseña todos sus productos artesanales, desde gorros hasta tazas. El largo viaje se hace corto por nuestro deseo irrefrenable de encontrar más renos, y al poco tiempo, la búsqueda obtiene su recompensa: otros tres renos al lado de la carretera, buscando comida sobre el raíl de una vía de tren.

Después de comer a orillas del enésimo lago sueco, llegamos a la frontera con Finlandia, donde un cartel marca la distancia a nuestra meta: 434 kilómetros hasta Nordkapp. Un poco más tarde cruzamos a Noruega, pisando así dos países nuevos en un día. Y en la tierra del sol de medianoche, tenemos el privilegio de presenciar un atardecer eterno cuyos colores no podría reproducir ni el mismísimo Monet: un silencio abismal, únicamente interrumpido por el agua de una cascada y los sonidos de la cámara de fotos, torna la tranquilidad palpable. El cielo, a veces en llamas, otras enamorado, y otras teñido por un púrpura fenicio, adquiere tonalidades inimaginables al reflejarse en las aguas de lagos y fiordos. Son las 12 y el paisaje de semi-tundra en Alta permanece iluminado.

Zascandiles en la entrada el Circulo Polar Artico
Zascandiles en la entrada al Círculo Polar Ártico

DÍA 7: Nordkapp

Hoy era el día que todos esperábamos: por fin llegaríamos a nuestra meta, Cabo Norte. De camino, pudimos disfrutar de nuestro primer fiordo noruego, el enorme Porsangerfjorden, mientras dejábamos atrás renos y el paisaje de tundra se volvía dominante. Nos sorprendió un curioso “iglú” transparente junto al mar, que supusimos sería un refugio para observar las auroras boreales. También nos divertimos jugando a la “ranita”, y es que por su forma, conseguíamos que las piedras rebotasen hasta 8 veces. La calma que inspira el paisaje nos hizo desear tener una casita de verano allí una vez más. Después de atravesar dos largos túneles, llegamos a un parquin desde donde comenzaba el sendero hacia Knivskjelloden, el verdadero punto más septentrional del continente europeo, 71º 11’ 08’’. La preciosa ruta de unos 9 kilómetros nos permitió adentrarnos en la tundra más absoluta (la vegetación es prácticamente igual a la que encontramos en los picos pirenaicos, solo que aquí a escasos metros sobre el nivel del mar) y observar a la perfección la erosión glaciar. Un hito marcaba el punto, y caminamos hasta el final de las rocas para asegurarnos de que pisábamos el deseado punto. Más allá, el mar de Barents, el Polo Norte. Y yo, evidentemente, no desaproveché la oportunidad de bañarme en el Océano Glaciar Ártico (aunque en realidad solo me metí hasta las rodillas, si no igual me quedaba sin carné de padre…). También pudimos contemplar el espectacular acantilado al que nos dirigiríamos más tarde. De vuelta, el frío viento y los renos no nos impidieron llegar hasta el coche, con el que nos dirigimos al “falso” Cabo Norte.

Una garita poco antes de llegar nos informó de que teníamos que pagar más de 100€ para pasar, y es que los noruegos han debido aprender de los franceses lo de vallar zonas gigantes para cobrar entrada. Pero nosotros somos españoles, y nuestra picaresca nos dio una brillante idea: bajar 1 kilómetro antes de la garita e ir andando hasta nuestro destino, pues los que llegaban a pie no tenían que pagar (así nos ahorramos los 50€ de nuestras tres entradas). En el Norkapphallen, vimos un vídeo sobre las auroras boreales y el sol de medianoche. Y, por fin, objetivo conseguido: llegamos al Cabo Norte en pleno atardecer, y el sol de medianoche nos brindó un espectáculo inolvidable que pudimos admirar desde… ¡dentro del globo terráqueo que sirve de conmemoración del punto! Aprovechando que estábamos casi solos, y agradeciéndole al vídeo la idea, Irene, Santi y yo nos metimos en la bola para conquistar el objetivo del viaje. Ya en la casa de Skarsvåg, las horas pasaban sin parecer importarle al sol.

Finlandia

DÍA 8: Skarsvag-Peurasuvanto

Aunque ayer conseguimos conquistar Cabo Norte, el objetivo principal del viaje, nuestro viaje no acababa ahí, ni mucho menos. Por delante de nosotros, unas 8 horas de viaje que se hicieron bien cortas, pues el paisaje de la zona es algo totalmente inusual. Comenzamos en la tundra del norte de Noruega, despidiéndonos de los fiordos, para explorar Finlandia. Poco antes paramos en Karasjok, sede del parlamento sámi de Noruega, que reúne la mayor población sámi del mundo, con 35000. Conforme avanzamos hacia el sur, nos adentramos en la taiga finlandesa, un paisaje idílico de coníferas y lagos en el que no hay resquicios de civilización. Kilómetros y kilómetros de pinos, abetos y masas de agua de todos los tamaños imaginables. Un paisaje salvaje gobernado por renos que parece haberse mantenido inexplorado a lo largo de miles de años. Probablemente, lo que más me haya gustado del viaje hasta ahora. Es naturaleza en estado puro. Cruzando estos parajes vírgenes llegamos al museo sámi de Inari, pero nos habíamos olvidado el cambio de hora y solo quedaban 20 minutos para el cierre. Entramos a la tienda, donde yo me compré un libro sobre la cultura del curioso pueblo indígena de Laponia e Irene añadió para su colección una versión de El principito en sámi de Inari, una lengua hablada por poco más de 400 personas. El museo nos pareció interesante, así que decidimos que volveríamos el día siguiente a visitarlo, renunciando a una excursión por el Urho Kekkonen.

Lago Inari desde el jardín del Museo Sami

DÍA 9: Peurasuvanto

Nos habíamos quedado con las ganas de visitar el museo sámi, así que salimos pronto por la mañana porque Inari quedaba más al Norte. Pero los kilómetros de más bien valieron la pena: el museo Siida nos encantó. Allí tuvimos la oportunidad de conocer a fondo la interesantísima cultura sámi, el pueblo del sol y del viento, que desde tiempos inmemoriales ha habitado la Laponia. Aprendimos su peculiar costumbre de hacerle cortes en las orejas a los renos para marcar que son de su propiedad. Y es que cada sámi tiene su propio dibujo, el cual deriva de los de sus padres, de modo que este arte es una especie de heráldica de estos indígenas provenientes del Este. Aprendimos también cómo pescan, cómo sobreviven a tan hostiles condiciones climáticas, cómo se organizan, cómo se han modernizado, y muchas otras cosas más que también explica el libro que me compré ayer. Incluso probamos algo parecido a la comida sámi, una sopa de verduras y reno con patatas. En el museo al aire libre, entramos en las cabañas tradicionales, los goahte, y vimos sus estructuras para almacenar, cortar la madera, atrapar animales… Y para colmo, jugamos a atrapar el reno con la cuerda tal y como lo hacen ellos cuando tienen que marcarles las orejas. Los renos son su sustento principal, por lo que no es de extrañar que el Sájvva, el paraíso sámi, es un lugar donde cada uno tiene su propio rebaño de renos.

Inari es una ciudad con gran cantidad de sámi, algo que pudimos observar directamente, pues este fin de semana se celebraba un festival de temática sámi, con música y competición de atrapar renos incluidos, al que intentamos entrar, siendo disuadidos por los precios. Volviendo hacia el apartamento, paramos a hacer una pequeña excursion cerca de Ivalo, donde caminamos entre la taiga hasta llegar a una enorme roca hueca, Karhunpesäkivi, producto de la erosión glaciar, que había quedado boca abajo y permitía meterse dentro de ella.

DÍA 10: Peurasuvanto – Rovaniemi

Abandonamos nuestra family lodge finlandesa en Peurasuvanto y seguimos rumbo al sur. La primera parada del día es Sodankylä, un pequeño pueblo que alberga una preciosa iglesia de madera construida en el siglo XVII, que asombrosamente resistió la ocupación nazi sin ser quemada. No pudimos verla por dentro, así que nos dimos un paseo por el cementerio y entramos en la iglesia nueva. Después nos dirigimos al parque nacional de Pyhä-Luosto para hacer un poco de senderismo. La excursión nos llevó por el desfiladero de Isokoru, donde papá recogió datos para poner un Earthcaché. Llegamos a la cascada de Pyhänkaste, un lugar sagrado para los sámi que fue reutilizado por los luteranos para los primeros bautizos de los indígenas de la Laponia. En el camino de vuelta, pasamos por pistas de esquí de fondo y por zonas donde practican el extraño frisbee golf. Otra vez en el coche, paramos cerca de algunos lagos y fuimos asaltados por renos que cruzan la carretera sin mirar. Cerca de Raudanjoki, cruzamos un puente colgante para buscar un caché (Potkukelekka) mientras el sol se escondía detrás de un río. En Rovaniemi dormimos en una casa bien grande, no sin antes disfrutar de una experiencia única: ¡una sauna en Finlandia!

Reno en las vias
Reno en las vias

DÍA 11: Rovaniemi – Jyväskylä

Estando aquí, no podíamos desaprovechar la oportunidad: teníamos que visitar la casa de Papa Noel, que como todo el mundo sabe, vive en la Laponia finlandesa (aunque los suecos digan que viva en la sueca, los noruegos en la noruega…). Sin embargo, el complejo donde habita el famoso Santa Claus no nos entusiasmó demasiado, quizá porque sabemos su verdadera identidad o quizá porque no es más que un sinfín de tiendas para turistas. Aun así, conocimos al hombre de la Navidad y nos hicimos una foto con él mientras descubríamos que se defiende en español, probablemente, porque después de repartir los regalos el 25 de diciembre se va a tomar las uvas a Canarias… Además, una muy ilusionada Irene dejó escrita una carta en su oficina de correos para que se la enviaran a Erik en diciembre. Nos esperaba un viaje más largo de lo normal, pero cerca de Kuivaniemi papá encontró un genial refugio tradicional de madera a orillas del golfo de Botnia, FIN Highway 4 – Merihelmi, con barbacoa (¡encendida!) incluida. El lugar nos encantó y nos preparamos unas salchichas con pan tostado que nos supieron a gloria. Continuamos el viaje, dejando atrás la inolvidable taiga, y llegamos a Jyväskylä. En el hotel nos dejaron unas bicis sin frenos, así que fuimos a buscar un sitio para cenar al centro de esta ciudad, no sin antes practicar un poco para no tener que lamentar heridos. Como era de esperar, todo estaba cerrado, así que volvimos al hotel y acabamos cogiendo el coche para ir al McDonald’s…

DÍA 12: Jyväskylä – Helsinki

Hoy tocaba llegar hasta la capital, Helsinki, pero no sin antes hacer las ya tradicionales paradas. Por la mañana visitamos la curiosa iglesia vieja de Petäjävesi. Construida entera de madera, fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1994, y la verdad es que no nos decepcionó en absoluto: se encuentra perfectamente conservada y su campanario es sorprendente. Después nos dirigimos a Porvoo para hacer un GeoTour. Allí paseamos flanqueados por las tradicionales casitas de madera hasta la Catedral y después bajamos hacia el Porvoonjoki, donde disfrutamos del sendero en la ribera del río. Ya en Helsinki, dejamos las cosas en el apartamento y salimos a tomar unas cervezas finlandesas por la noche, que nos costaron lo mismo que una cena para 5 en España…

Campanario Petäjävesi con Zascandiles
Campanario Petäjävesi con Zascandiles

DÍA 13: Helsinki

Por raro que parezca, nuestro apartamento estaba prácticamente en el centro de Helsinki, así que salimos a pie para explorar la capital de este encantador país. Caminamos por la Explanada hasta llegar a la plaza del Mercado, situado junto al puerto. Allí, rodeados de edificios de estilo neoclásico (Ayuntamiento y palacio presidencial), los pescadores venden sus presas, y otros puestos de comida y recuerdos satisfacen los caprichos de turistas y residentes. Allí cogimos un pequeño barco que nos llevaría a la isla de Suomenlinna, que alberga la fortaleza homónima declarada Patrimonio de la Humanidad. Desde el mar, disfrutamos el curioso skyline de Helsinki, protagonizado por sus dos enormes catedrales (que visitaríamos más adelante) y una noria que ofrece una carísima experiencia de sauna desde lo alto de la capital: Finlandia y turismo en estado puro. Paseando por la isla, visitamos la iglesia-faro, la antigua prisión y las numerosas fortificaciones, desde murallas hasta búnkeres, cuya utilidad pusimos en entredicho, junto con el carácter guerrero de este pueblo, al enterarnos de que, en 1808, los finlandeses encargados de la defensa de Helsinki rindieron la ciudad sin presentar batalla alguna al ser atacados por los rusos.

De vuelta en el mercado, repusimos fuerzas con salmón, alce y pescaítos fritos y compramos unos recuerdos de madera: salvamanteles para la familia y un par de tanques para nosotros. Después, nos dirigimos a lo que más me gustó de Helsinki: la magnífica catedral ortodoxa Ouspens, legado de la dominación rusa que se alza imponente en una colina. Observarla desde el exterior te hace sentir en pleno Moscú (y eso que ni hemos estado), y el interior en Meteora. De vuelta al centro, nos dirigimos a la plaza del Senado, símbolo de la ciudad, en la que destaca la otra catedral de la ciudad, Tuomiokirkko, esta vez luterana y de estilo neoclásico. En medio de la plaza, la estatua del zar Alejandro II no pasa desapercibida. Entramos en el hotel Sokos Torni y subimos a su terraza, donde se encuentra el bar Ateljee. No tomamos nada, pero nos brindó unas vistas espectaculares de todo Helsinki. Después, Santi y yo tuvimos que salir corriendo de la curiosa Capilla del Silencio (pequeña y de madera) porque no parábamos de reírnos…

DÍA 14: Helsinki – Turku

Nos despedimos de la capital finlandesa para dirigirnos hacia la costa, donde el día siguiente cogeríamos un barco de vuelta a Suecia, pero nos desviamos de nuestro camino para visitar dos lugares Patrimonio de la Humanidad. El primero de ellos es el sitio funerario de Sammallahdenmäki. El recorrido por los montones de piedras del lugar (supuestos enterramientos de la Edad de Bronce) nos decepcionó un poco, y, para colmo, fuimos atacados por un verdadero ejército de implacables räkkäs que empezaron a acribillarnos nada más salir del coche. El segundo era el centro histórico de Rauma, una ciudad preciosa y muy buen cuidada en la que encontramos una tienda con material interesante: Irene compró un casco de la segunda guerra mundial perteneciente al Ejército Rojo, y yo un mapamundi de colegio del periodo entreguerras y una revista finlandesa de propaganda nazi de 1943. Ya en Turku (antigua capital de Finlandia), salimos por la noche a dar un paseo por el puerto, donde nos impresionó un gran velero y una antigua chimenea iluminada con unos neones de la serie de Fibonacci. Aprovechamos para buscar varios cachés, entre los que destacamos Laivanrakennusta Turussa / Shipbuilding in Turku

Turku Finlandia
Curiosa chimenea en Turku, antigua capital de Finlandia

Y vuelta de Suecia

DÍA 15: Turku – Söderköping

El ferry a Estocolmo salía a las 8 de la mañana, así que el día comenzó pronto y ajetreado, para luego calmarse en la cubierta del barco, donde nos tumbamos en unos sillones. Y es que lo que a primera vista puede parecer un trayecto corto, en realidad duró 11 horas. La razón: para salir de Finlandia hay que atravesar cientos de pequeñas islas que defienden todo el sur del país. Además, hace escala en Mariehamn, capital de las bonitas islas Åland (tierra del agua), paradisíacas solo en verano, que forman una provincia bastante autónoma de Finlandia. Después atravesamos toda la costa sueca hasta desembarcar en el puerto de Estocolmo. Sin bajar del coche, observamos el skyline de la capital en dirección a Söderköping. Allí, a orillas del pequeño lago Storjön, se encontraba nuestro apartamento, una típica casita sueca perfectamente situada junto al embarcadero, aunque con un baño un tanto extraño. Como en la Divina Comedia, Santi, Irene y yo nos convertimos en Caronte durante unos momentos al remar mientras caía el sol, mientras papá se iba en busca de Castorr’s Favoriter #5 . Y es que aquí sí que cae, ya no coquetea con el horizonte como lo hacía unos días atrás.

No éramos del todo conscientes de la sorpresa que nos aguardaba junto a nuestro alojamiento

DÍA 16: Söderköping – Trelleborg

Hoy el día comenzó de la mejor manera posible. Aprovechando la oportunidad que nos brindaba la casita del lago, nos metimos los 5 en la barca atracada en el embarcadero de nuestro particular apartamento y remamos hasta el fondo del típico lago sueco: tranquilo, rodeado de árboles de color verde intenso que contrasta con el rojo Falun de las casetas circundantes. La mejor dupla de remadores fuimos, indudablemente, mamá y yo. Una vez cargado el coche, seguimos en dirección sur. Debíamos dormir en Trelleborg, pues el ferry a Alemania salía de allí la mañana siguiente. Hicimos parada en Kalmar con el objetivo de visitar su precioso Slott a orillas del Báltico. Tras cruzar su foso por un puente levadizo y pasear por sus estancias decoradas como en el siglo XVI, aprendimos sobre la interesante Unión de Kalmar y sobre la famosa dinastía de los Vasa. Después de comer nos dirigimos hacia Karlskrona para visitar su puerto naval, el cual fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (enésima declaración sospechosa por estos lares) y que hoy alberga la academia naval sueca, ya que las aguas de Estocolmo, más al Norte, se congelan ocasionalmente. Paseamos por el histórico lugar buscando algunos cachés como Trossö Runt Bonus #02 – Storbranden 1887 y Rosenbom, y, ya de noche, llegamos al hotel de Trelleborg, regentado por un curioso pero simpático anciano que parecía sacado de alguna serie de televisión.

Slott de Kalmar
Slott de Kalmar

DÍA 17: Trelleborg – Münster

Tras más de dos semanas de viaje, hoy finalmente llegamos a casa. A las 10 nos encontrábamos ya en el puerto de Trelleborg para coger el ferry de vuelta a Rostock. Nos esperaban varias horas de viaje, pero después de las palizas que nos hemos pegado por Escandinavia, nada podría con nosotros. Desde las butacas pudimos observar unos preciosos acantilados que supusimos correspondían a la costa danesa, ya que la isla de Rügen se desviaba del trayecto. Comimos un bocadillo en la popa, con el que terminábamos, increíblemente, con lo poco que quedaba de las provisiones que traíamos con nosotros. Tras unas 5 horas en el mar, otras 4 por carretera. Después de todos estos días, nuestras camas nos parecerán más cómodas que nunca… Pero toca pasar este diario a papel y prepararlo todo para la universidad, ¡que empiezo en una semana!